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'Nadalistas' y 'Federistas'

28 NOV 2010 20:35

 

 

LONDRES.- El último partido del año, al margen de la final de la Copa Davis y de los 'bolos' navideños, enfrentó a los dos mejores tenistas del momento. Los aficionados al tenis, los seguidores puros del deporte, ajenos a la contaminación nacionalista, movidos simplemente por el placer estético, seguramente se sintieron gratificados con una final que vino a premiar a quienes más han hecho por la competición en sí en las últimas temporadas: ganadores de 21 de las 23 finales más recientes del Grand Slam y alternantes en el número uno desde 2003. La abundancia de mensajes de confrontación en la Red, al menos en el medio que nos acoge, contrasta con la buena relación que existe entre Rafael Nadal y Roger Federer, cuya rivalidad jamás traspasa las lindes de la cancha.

 

Al margen del cuidado que la marca que los financia y sus respectivos gabinetes de prensa dedican a publicitar un trato de absoluta cordialidad ente los dos jugadores, que en diciembre se unirán para hacer pública su filantropía, es evidente que sus diferencias se dirimen exclusivamente con la raqueta en la mano. Un vistazo a los mensajes que complementan nuestro trabajo y algunas conversaciones con gente próxima, no demasiado interesada por el tenis, nos traslada a un territorio distinto, donde proliferan la vehemencia, el dogmatismo más burdo y una militancia cerril. Daría la impresión así de que resulta incompatible valorar las condiciones de uno y otro, de que es obligatorio optar por un modelo concreto, de que se imponen los términos absolutos, de que no cabe gozar sin partidismos del disfrute con el derroche de emociones consecuencia de la oposición de dos tenistas, cada uno a su manera, excelsos.

 

Partiendo del respeto por los internautas, a quienes debemos la existencia de este cauce de comunicación, y por todas las opiniones, uno lamenta que muchas veces el foro de discusión pase a ser un espacio de simple beligerancia dialéctica en el que no hay debate de ideas sino tan solo la defensa de una camiseta, como si el tenis, que aún mantiene felices diferencias de concepto con respecto a deportes tan deteriorados como el fútbol, cada vez más podrido por los poderes económicos y por la virulencia que nace de los propios dirigentes y de la conducta servil de determinados medios de comunicación, no pudiera quedar a salvo de tanta podredumbre.

 

'Nadalistas' y 'Federistas' entran así en un combate absurdo, como lo son casi siempre los argumentos para sus respectivas y extremas filiaciones, para el rechazo frontal de cualquiera de las dos generosísimas propuestas. Muy distinto ha sido el comportamiento de sus devotos hoy en el O2, en una atmósfera civilizada y saludable. Sólo la confluencia de Nadal y Federer en el circuito ha llevado al tenis adonde ahora está, y no queremos entrar en los números de las audiencias televisivas ni en la multiplicación de los ingresos publicitarios, asuntos que atañen más a quienes mueven el negocio. Con este partido hoy, ya son 18 las finales en que se han encontrado (22 duelos en el global), sólo dos menos que Ivan Lendl y John McEnroe, dos más que Agassi frente a Sampras y Becker contra Edberg, cuatro más que McEnroe ante Connors.

 

Es lícita y natural la preferencia. Siempre me alineé junto a McEnroe, fuera quien fuese su adversario, pero ello jamás me llevó a la más mínima antipatía por Borg (¡Qué pena que no se vieran con mayor frecuencia!). Siempre preferí a Edberg antes que a Becker, sin cuestionar el evidente peso del alemán en la historia del tenis. Nadal y Federer son parte de una misma cosa. Se necesitan para agigantar aún más su propia leyenda. Tal vez Federer hace tiempo que se hubiera cansado de ganar de no irrumpir el imponente fajador zurdo. Seguramente no sería el profesional implicado y entusiasta que aún hoy es. Qué duda cabe de que Nadal pesaría menos en el contexto histórico de no mediar la figura de Federer, quien le ha obligado también a un esmero y una evolución permanente, a una búsqueda tenaz de sus propios límites

 

 

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